Día 5º
Amanecemos con la firme intención de gastar todas las
coronas (que no marcos) que nos quedan, excepto una moneda de 5 coronas que me
quería quedar para hacer un colgante. Bajamos al buffet y... ¡sorpresa! Hoy tenemos Fruit Loops (all
the people FruitLoops ...), así que toca un tazón tamaño familiar para cada
uno; más unas cuantas bolsitas de té que me meto en el bolso para llevarme a
casa (total, esto es buffet, si no te pones morado o no te llevas algo parece
que no estás aprovechándolo del todo).
De vuelta a la habitación para hacer las maletas, con el
extra de la mochila de Pablo –que va llena de regalos-. Sigo pensando que lo
mejor es dejarlas en recepción y volver después a por ellas, pero en el último
momento decidimos llevarlas con nosotros (cosa que no tardaré en lamentar).
Pues nada, bien cargados devolvemos la llave de nuestra habitación y directos a
la calle para las últimas compras del día.
Primera parada: Hemleys (después de lo simpáticos y efusivos
que han sido los dependientes, me sabe mal marchar sin comprar nada aquí).
Bajamos al piso de los juguetes, donde Pablo había echado el ojo a un juego de
magia para hacer luces. Parece interesante. ¿Qué versión cogemos? La más
baratita, porque parece que la única diferencia es el envase y el hecho de que
una tiene algún truco más –probablemente fáciles de conseguir por internet-.
¿Algo más? Por mi parte me conformo con uno de los bollos de canela tan ricos
que tomamos en St.Peder’s strade el segundo día, así que no.
Seguimos caminando por Stroget... la tienda de los Kendamas
está cerrada, pero el escaparate es curiosísimo, con muchísimos relojes de
arena y ajedreces muy bonitos, realmente.
Siguiente parada: Faraos Cigarrer; una tienda especializada en Tintín,
con cuyo escaparate nos hemos deleitado ya unas cuantas veces.
¡Cachis, está cerrada! Damos una vuelta para matar el tiempo
y descubrimos que hay no dos, sino tres tiendas de Faraos Cigarrer; una de
ellas especializada en disfraces (realmente MUY currados), armas, etc... todo
un paraiso friki, en fin.
-
Mira Pablo, qué colgante tan bonito. ¿no te gusta? ¡Luego venimos y te lo compro!
Pero antes de comprarlo damos un paseíto matinal entre las
hileras de bicis, y entramos en la primera tienda de Faraos. Todo lleno de
figuritas de tintín, de los Simpson, de animes y videojuegos varios, etc...
Encontramos cómics de Patoaventuras y otras series de la infancia; pero de
momento no compramos nada.
Ahora sí, volvemos sobre nuestros pasos en dirección a la
tienda de disfraces. ¡Madre mía! Qué cantidad de armaduras, de túnicas,
armas... Pablo esta frikiorgasmando constantemente: le gusta todo; se recorre
la tienda mirando precios (no es para menos). Sería genial poder comprarle la
tienda entera peero no va a poder ser. Eso sí, por hacer fotos que no quede:
hago un registro completo de los arcos, hachas, escudos, uniformes, vestidos,
bastones, botellas para pociones, monedas que se venden a puñados... incluso la
propia tienda está ambientada como un mundo de fantasía, con dragones, zonas de
bosque y una parte con “calaveras de hielo” al principio.
Como podemos permitírnoslo, Pablo se compra el colgante del
reloj que nos había gustado al principio. El dependiente, muy amable, nos pone
un cordón para que se lo pueda colgar directamente (uno negro, ya que el marrón
se rompía con demasiada facilidad). Le queda muy bien, y es de estilo
steampunk, cosa que le gusta bastante.
Y ahora... ¡a la tercera tienda! Una tienda pequeñita de
juegos que habíamos visto en St.Peder’s strade, y donde Pablo ya había hechado
el ojo a un juego de mesa: Flash Duel. Con esta compra ya nos quedamos algo más
justos, ¡Pero yo quiero mi Cinnamon Roll! Lo compramos en una panadería que hay
justo al lado ( por cierto, me habría llevado media panadería... ¡qué pinta
tenía todo!) y a la maleta para después, que todavía no hay hambre.
¿Qué hacemos ahora, Pablo? Aún nos falta bastante para la
hora del avión, y ya hemos comprado todo lo que queríamos. ¡Vamos a dar una
vuelta por uno de los parques que hay aquí! Así que, nos ponemos rumbo a
Orested Park, donde ya estuvimos el primer día; y nos apalancamos en la hierba.
Aquí puedes dejar la maleta a varios metros de tí sin miedo a que te la roben;
lo mismo que pasa con las bicicletas.
Pablo abre la primera compra del día, el juego de magia... y
¡oh desilusión! Son unos pulgares falsos con una minibombilla dentro de cada
uno. Es gracioso, pero no es lo que parecía en el envase. Un chasco, aunque
trasteamos con ellos un rato.
Hay un patito como el que vimos ayer en el tívoli, que está
solo y no deja de piar. No vemos a la madre, y el animal se está desgañitando a
base de piídos... espera, esto no es un pato. ¿Cómo puede tener las patas más
grandes que todo el resto del cuerpo? Pues parece que se trata de la famosa
polla de agua, sí señor. El patito sale del agua y se pasea sorprendentemente
cerca de nosotros, sin ningún miedo –aparentemente-. Después aparece su madre,
con otro patito más. Al parecer, es costumbre en estos animales el alejarse de
su madre y nadar solos, piando con mucha fuerza para dar a conocer su
localización –bueno, o eso pensamos-.
Después del descanso, y de que varios patos siguiesen a
Pablo cuando nos íbamos; ya se nos ha hecho la hora de comer. ¿Qué hacemos? ¿Repetimos en Soupa Natural,
que nos gustó mucho, o vamos al Kartoffelkalderen, que hemos visto recomendado
en la guías? Va, vamos al Kartoffel.
¡Error! En algún momento, hace ya varios años, se ve que el
Kartoffel servía guisos a base de patatas, con diferentes acompañamientos. Hoy
en día este restaurante lo llevan unos chinos –las únicas personas que
encontramos que no hablaban bien el inglés, por cierto- , con lo que encuentras
básicamente comida china. Tenían platos con base de patatas , eso sí; pero no
como esperábamos: patatas asadas con algún tipo de acompañamiento (que
encontramos frío y no demasiado bueno, la verdad). Se salvó el postre de Pablo:
un crêpe con helado; buenísimo, la verdad. Pero fue una comida bastante cara –a
resaltar el agua, a precio de oro- y menos mal que se me ocurrió pedirme un
solo plato en lugar del menú entero, porque de lo contrario habríamos tenido
que sacar más dinero para coger el tren hasta el Aeropuerto.
Con el chasco en el cuerpo ponemos rumbo a la estación de
trenes. Saco alguna foto más, pero no queda mucho tiempo. Sacamos los billetes
y nos montamos en un tren en la vía indicada.
-
Pero Pablo, ¿Seguro que este va al aeropuerto?
¿Cuántos aeropuertos hay en Copenhague? Antes ponía Lufthavn, pero no sé si
será...
-
Lufthavn significa aeropuerto, María. “Havn” es
“puerto”.
-
Ya, pero, ¿y si hay varios? ¿A tí te suena esta
parada?
-
No la verdad es que no...
(pero terminamos llegando de todos modos). Pasamos las
maletas por el detector; la de pablo pita y tras varios intentos descubrimos
que era por la lata de paté, que nos dejan llevar sin problemas. Bien, ya está
todo. Y ahora, ¿qué? ¡Sorpresa! El avión
está con retraso.
Empiezo a ponerme nerviosa, porque contamos con un margen de
dos horas desde que lleguemos a Barcelona hasta que salga nuestro tren a
Valencia, y hay cierta distancia desde el aeropuerto hasta Sants. El avión
sigue sin llegar... nos comemos el bollo, me levanto a mirar si viene el avión;
probamos el Flash Duel, lo vuelvo a mirar; me pongo a escribir un mensaje para
la hermana de Pablo, por si tenemos que dormir en su casa en Barcelona... por
fin anuncian la hora de salida... ¡con una hora de retraso! - lo que nos deja una hora escasa para salir
de la estación, coger el autobús hasta la terminal “estándar” y de allí el
cercanías a Sants... vamos MUY justos de tiempo.
Pasamos a la sala de embarque, donde vemos que fuera se ha
puesto a llover. Vaya, nos hemos librado por poco. Desde aquí nos esperan tres horas hasta llegar
a Barcelona. Por fin salimos... y me quedo frita en el avión. ¡Espero que Pablo
aprovechase para estudiar química!
Estamos en Barcelona... la gran duda es, ¿nos arriesgamos a
coger el cercanías, o tiramos de Taxi? Ufff... al final optamos por el taxi. El
hombre nos empieza a contar el dinero que nos estamos ahorrando gracias a la
ruta que ha elegido, etc...; cuando nos deja en Sants son unos 30 eurazos los
que marca el taxímetro. Al menos nos
sale más barato esto que sacar los billetes de nuevo.
Nos montamos en el tren. Pablo, la cena la pagas tú, que
bastante me ha dolido el sablazo del taxi (vale, vale).
- Vaya, si tiene coches cama y literas... mira, este está
vació, podíamos entrar y...
-No.
-... no.
Bueno. Pedimos menú de bocadillos y cenamos... empezamos una
partida de Flash duel pero tuve que dejarla porque estaba dando cabezadas... el
resto del trayecto me lo pasé durmiendo hasta que Pablo me avisó de que
estábamos llegando a Valencia –supongo que intuitivamente, porque por megafonía
no dijeron nada-. ¡Espero que aprovechase el tiempo para estudiar!
pi
ResponderEliminar